LA CIUDAD DE CORO


Visitar la ciudad de Coro en Venezuela, es sumergirse en un sueño de barro y de color.

Bajo el ardiente sol. las portadas de aquellas casas, tejidas con lodo, ramas y hierba, cautivan por la nobleza con que se yerguen sobre sus calles adoquinadas.

La muy Noble y Leal Santa Ana de Coro, fue fundada en 1527, después de una alianza pactada entre indios caquetíos y españoles. De manera irregular, sobre el poblado indígena se construyó una ciudad de barro, que fue el asiento de la primera capital de la Provincia de Venezuela y sede también del primer obispado de Sudamérica.

Coro, que se dibuja con gracia el la línea costera occidental venezolana, fue la puerta de entrada a la región durante cientos de años.

Su arquitectura parece confundirse con el entorno que la abraza, entregándola con toda su intensidad al extasiado visitante. Coro se ha amasado con el mismo suelo arcilloso en que se levanta, entre dunas y una vegetación xerófita.

Las fuertes corrientes de los alisios, transforman caprichosos el paisaje, bautizando con su húmedo rocío a la más antigua ciudad de Venezuela: Coro. palabra con que los indios caquetíos nombraban al viento.

Aquí se hacen presentes el bajareque, el adobe, la tapia y la mampostería, ancestrales técnicas que orgullosamente aún se practican, ofreciendo hoy una solución arquitectónica muy bella y funcional.

Esta es una ciudad que tiene el privilegio de poder relatar las transformaciones arquitectónicas a lo largo de los siglos XVI al XX; ostenta todo tipo de modalidades estilísticas; el neogótico, el mudéjar, el renacentista, el barroco, el neoclásico; asimilados con un sabor muy propio y formados con barro, en sólidas edificaciones que siguen líneas suaves y se decoran con brillantes colores.

En diciembre de 1993, la ciudad de barro del Caribe, fue declarada por la UNESCO, Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad, gracias a la lucha tenaz de sus habitantes que se enfrentaron al paso avasallador de la modernidad.

El arraigo de ese sentimiento es brindado por los corianos como una cálida acogida a todo viajero que hasta aquí peregrina, quien al marcharse, llevará para siempre impresa la imagen de Coro en su memoria.


Karina R. Durand V.


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